Como un sueño olvidado
yo me acuerdo,
tu nombre,
como mayúsculas diseñadas en
una hoja de hierro,
mi rostro se enciende con la luz de
tu nombre,
yo hago lo que se suele hacer con
los nombres,
te llamo, ¡Soledad!
¿Qué coño haces en mi cuerpo?
Giras tu rostro hacia el mío,
sonríes, y te quedas inmóvil,
justo como un rotundo “no”,
una negación de lo que eres,
de lo que sueles hacer en el
cuerpo de un hombre que te
quiere como un olvido,
una presencia ajena,
un sentimiento a que nadie se acostumbra,
y me dices,
¡Joder! ¿Por qué carajos me tienes en tu cuerpo?
Yo vivo en ti, ¡Soledad!
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